lunes, 25 de julio de 2011

Miseria Cantare.

No hay música más triste que la del trovador cuyos cánticos se dirigen a su princesa ausente,muerta quizás,olvidada en alguna lejana torre con algún apuesto príncipe.
No hay dolor más profundo que el del corazón anegado en lágrimas de sangre y cicatrices por la ausencia de un ser querido,ni melancolía más hiriente que la del vacío existencial que deja en nuestras almas la ida de la persona por la que no hace tanto lo habríamos dado todo.
No existe redención ni olvido,salvación ni paraíso que consigan hacerme olvidar la crueldad de mis actos y la frialdad de mi corazón.
Tengo la conciencia tan sucia,y el alma tan oscura y desgarrada que no podríais mirarme a la cara sin sentir auténtica repulsa por lo deshumanizado de mi comportamiento,asco debido a mi insidiosa frivolidad o,por qué no,una mezcla de ambos.
Tengo tantas penas anegando mis ojos de lágrimas que entristecerían al mismísimo Orfeo,llevo sufriendo tantas noches en vela que creo estar a punto de enloquecer y,sobre todo,llevo encima la carga de una confesión tan amarga que hace que ne estremezca,y que los latidos de mi corazón redoblen sólo de pensar en ella.
Yo tuve en mis nauseabundas manos lo más preciado e importante que alguien puede poseer: el corazón de otro.Me comprometí a cuidarlo y respetarlo hasta el fin de mis días.Pero la felicidad duró un suspiro,si el suspiro realmente llegó a tener la duración necesaria para poder referirlo así.
Mientras mi corazón se sabía a salvo al abrigo de los más amorosos cuidados,el suyo sufría los peores tormentos que un ser enfermo como yo podía profesar a un ser amado.
Lo apuñalé,lo golpeé,lo violé,lo enterré,lo quemé y,cuando estuvo reducido a cenizas,lo pisoteé con la misma despreocupación con la que había incurrido en tales aberraciones.
A pesar de todo,recibí un perdón que jamás merecí,y una cordialidad que jamás comprenderé.
Porque en lugar de condenarme después de tanto daño,optó por perdonarme,y ése es,sin duda,el mayor de los castigos.
Maldigo mi inmundicia y mi miseria cada día que pasa,pero sin duda,el peor de todos mis males,es el saber que nadie me librará de esta carga.Que moriré con ella sobre mi conciencia.Y que habré de peregrinar el resto de mis días con ella a cuestas.Sola.Completa y merecidamente sola,con la melancolía y los fugaces recuerdos como únicos acompañantes en tan amargo y eterno viaje.

DeMaupassant.

jueves, 30 de junio de 2011

And it starts with every heart-beat.


Es probable que aquel lugar no fuera distinto de otros muchos lugares pertenecientes al extrarradio de cualquier ciudad.
Es posible,también,que aquella mujer no fuera mucho más distinta que cualquier otra mujer del mundo,que sus temores no difiriesen mucho de los temores ajenos,y que su pelo no destacase demasiado entre los miles de colores pajizos-Ya sabéis,como los campos de trigo cuando les da el sol-del que otras muchas mujeres hacían gala.
Es por eso por lo que nadie se extrañó cuando la vieron pasear completamente sola-Como otros tantos habían hecho antes que ella,y como otros muchos harían después-por aquel camino vacío de vida,donde las tuberías enroscadas sobre sí mismas y oxidadas por el paso de los años y los besos de la lluvia eran las únicas plantas artificiales que aquel pedazo de tierra yerma poseía.
Caminaba lentamente,dejando que los rayos de sol de media tarde rozasen su cara mientras miraba a su alrededor,intentando,quizá,desentrañar una historia antaño olvidada,una canción que nadie se molestó en escribir o un susurro en el viento.
Sea como fuere,ella siguió su camino hasta llegar a una zona concreta en la que un precario puente de madera se alzaba sobre su cabeza.
Y cuando estuvo allí,se paró a escuchar.
Los trinos de los pájaros eran apenas audibles en aquella zona muerta,y el único sonido capaz de ser percibido era el de las gotas de agua que se colaban caprichosamente entre los huecos del puente de madera,cuyos ecos resonaban una fracción de segundo más antes de perderse para siempre en el tiempo y en el recuerdo de cualquier persona.
La sensación de soledad era tan grande y amplia como el firmamento mismo,aunque no por eso la melancolía invadía los corazones de los que pasaban por allí a escuchar.
Se asemejaban,los golpes regulares de las gotas contra el suelo,a los latidos de un corazón centenario y maltrecho,pero persistente en su afán de latir,a pesar de la oposición del tiempo.
La mujer se situó debajo del puente,justo donde caían las gotas,y dejó que tres de ellas impactaran en diversos lugares de su rostro.Después alzó sus ojos de cielo hacia el puente,del que se despidió con una gran sonrisa,prometiendo,silenciosamente,volver pronto a aquel lugar en el que se había encontrado a sí misma por primera vez en tanto tiempo.
Su hazanaña no fue mucho más distinta que la de otras personas en sus mismas circunstancias,en distintos lugares del mundo.
Pero ese día ella pudo ser un poco más feliz.
Como otras tantas personas en el mundo habían sido antes,y como otras muchas serían después de ella.

"Aquel que se convierte en una bestia se deshace del dolor de ser hombre"

~deMaupassant.

sábado, 8 de enero de 2011

Tristezas de la Luna.


[...]
Cuando sobre este globo,con languidez ociosa,
ella deja rodar una furtiva lágrima,
un piadoso poeta,enemigo del sueño,
de su mano en el hueco,coge la fría gota
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho,lejos del sol voraz.

-Charles Baudelaire.